Luz Pichel, Cativa en su lughar / Casa pechada; Progresele, Ibiza, 2013.
El diccionario de la RAE diferencia entre reescribir, que sería volver a escribir lo ya redactado, y rescribir, que es“contestar, responder por escrito a una carta u otra comunicación”. La poeta gallega Pichel (Alén, 1947) ha llevado a cabo en Cativa en su lughar una compleja operación revisora a partir de un poemario anterior,Casa pechada (2006); en esa operación estarían involucradas tanto la reescrituracomo la rescritura (ambos términos, curiosamente, no están incluidos en el diccionario).
El resultado es un libro de poemas poco convencional, puesto que la edición de la recién nacida editorial Progresele incluye el poemario en español (con algunas variantes léxicas) y a continuación el poemario original en gallego, separados por unas excelentes “Notas para un poemario refeito” a cargo de la poeta y estudiosa María Salgado, que ayudan a entender, junto al prólogo de la propia Pichel, la compleja operación de este libro. El lector puede encontrar, amén de una poesía telúrica y muy en contacto con lo raíz geográfica y humana del ser, un interesante juego entre el gallego, el castellano y el castrapo, un dialecto local intermedio entre ambas lenguas. Como explica Salgado, “usar una lengua de frontera, escribir desde donde no hay regla pero sí hay cuerpo y diferencia, es proceder también a reescribirlo todo, y diferente. De ahí que Casa pechada no pudiera ser simplemente traducida y reeditada, sino escrita, otra vez” (p. 118). En ese sentido, Cativa en su lughares, además de una reescritura, una rescritura o respuesta al texto original, a la luz de otro idioma y del paso del tiempo. Del mismo modo en que Juan Ramón utilizaba la j en vez de algunas gés, Pichel decide conservar en español la gheada del castrapo cambiando la g por el “gh” –de ahí el lughar del título–, que tiene una especial pronunciación en el dialecto; igualmente mantiene algunas particularidades de acentuación características de esa zona de Galicia (“eramos” por “éramos”, vgr.).
Entrando en el diálogo entre ambas versiones, al comparar el original gallego con la recreación castellana diríase que la expresión se vuelve más compleja, o más derramada. En algunos textos parece que el trabajo reescritor de Pichel a partir del poema gallego ha originado repensamientos de ideas, en un desarrollo que motiva que algunos textos sean más largos o más complejos en castellano que en el original. Lo que no hace a uno mejor que otro, sino dos poemas distintos, complementarios, y auténticas reescrituras: “una posición, otro texto” (p. 10), acuña la autora. Además, el presente volumen incluye una colección de breves poemas excéntricos, configurados por las pequeñas definiciones glosadas que la autora incorpora en las páginas pares de la versión castellana, dirigidas a explicar palabras provenientes del castrapo. Estas glosas acaban convirtiéndose en derrames léxicos de particular eficacia expresiva que rompen el discurso original del libro y traen a primera línea de importancia el lenguaje con el que aquél se escribe. Un ejemplo de estos aerolitos de filología libre: “Intrusos hay que cuélanse de costado en lo manifiesto de una multitude. En la soledade de la plaza y comparando, conviene lo saber. Falsos amighos son y abundan. Eso pasa con llano, que no se identifica, tú no fíes”. O explicando el término “zoar”: “(…) todo eso son bestias zoantes en medio de la neghranoche. Zoan/tropía, ya es otro voc/hablo, más de cadelo, más de clan, más de poeta. Zocada precisa poco comento, es gholpe con el zueco al rapaciño, para el aprendizaje” (p. 24). Ruptura textual, ruptura léxica, ruptura de la secuencia poemática, ruptura acentual y, por último, ruptura interior, clara –por oscuramente– explicada.
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