Reproducimos a continuación la reseña que, del poemario Papilas analógicas. Paisaxe sur text, hace la poeta Pilar Martín Gila en el número de febrero de la revista Nayagua.
Sociedad y soledad. Pilar Martín Gila
Papilas analógicas. Paisaxe sur textAna Cibeira, Davidia Martín Saornil y Elia MaquedaMadrid, Progresele, colección diminutos salvamentos, 2014
Papilas analógicas. Paisaxe sur text, obra colectiva de Ana Cibeira, Davidia Martín
Saornil y Elia Maqueda, es uno de los rescates que nos trae la colección diminutos
salvamentos (Progresele) dirigida por Eva Chinchilla, en la que recoge voces
tan personales como la de la poeta Luz Pichel, junto a otras que asoman a la escritura,
como la del Premio Nacional de Música Jesús Rueda. Y cada libro que
entrega esta colección nos pone, se podría decir, literalmente ante las condiciones
de lo nuevo, es decir, lo deja en el camino casi como si el camino comenzase ahí
y por tanto, estuvieran en juego aún todas las posibilidades de lectura y, al tiempo,
eso mismo fuera lo que convierte esta colección en un lugar que propicia los
encuentros, todos los encuentros. Quizá se puede añadir que, en este sentido, el
presente libro es casi paradigma por lo que tiene de lugar de cruce, de paso, en
el que no descansa la lengua sino que enlaza y genera nuevos reconocimientos, ya
desde el título, Papilas analógicas, si pensamos, tal vez, en las conexiones de la percepción,
o también, ese movimiento de identidades que resulta cuando uno de los
autores firma su parte del poemario con el heterónimo Davidia Martín Saornil, en
homenaje a la poeta Lucía Sánchez Saornil quien, en su tiempo, firmaba sus obras
con pseudónimo masculino; así, un homenaje que se puede ver como una forma
de reconocimiento especular.
Ocurre, ante los trabajos colectivos, que la primera pregunta en saltar suele remitir
al motivo de esa colectividad, y esto supone una pregunta por el sentido de
la escritura y una llamada al lugar donde se da el autor, que a veces recuerda aquel
interrogante, llegado con Rousseau, acerca de lo que es antes el hombre: sociedad
o soledad. Sea como sea, la pregunta por la escritura no se formula exactamente
igual cuando alguien habla solo que cuando lo hace acompañado. “Un escribir
en lo colectivo que no viene dado porque sea hecho entre varias, sino por una
posición de lengua, que ya es colectiva: tomarla de otrx, de otrx de un mismx, de
una canción, un poema, una pancarta, wikipedia, etc.”, dice el hermoso Xlogo
de este libro. Lo que en ningún caso podrá obviarse, ante un trabajo como éste, es la
voluntad de mostrarse juntos, de que lo escrito se muestre conjuntamente, no tanto
de haber preparado o ideado un trabajo colectivo sino el deseo de que lo escrito se
junte. Así es que, de esta forma, sería algo que se da, que se ofrece al lector, y en
él queda la responsabilidad de apropiarse, hacer verdadera esa conexión desde el
momento en que se le entrega el objeto pero no su destino, no su significado o su
“uso”. Una invitación a la propiedad pasajera de lo creado y, por tanto, a responder
con su lectura. Y quizá se trate de una clase de apropiación emparentada también
con esos lazos entre libertad y lenguaje que contiene la experiencia de una de las
autoras, Elia Maqueda, con la traducción, otra forma de hacerse con una lengua, la
del traductor en lo que no escribió pero tiene que volver a escribir, “todos los poemas
ajenos son tuyos por un instante / cuando mutan de lengua entre tus manos
/ como flores que se abren, serpientes que cambian de piel / traducidos/traicionados/traídos
/ ahora&aquí”. Una apropiación que, también, observada desde esos
poemas en que la autora experimenta con una forma de habla coloquial, familiar,
puede leerse como reapropiación, vuelta sobre lo que quizá es un origen haciéndose
de nuevo. “Asín estamos. Asina. / Una mijina hechos polvo. / Esperando a
que te introduzcan una abuja en el pecho, / en el hueco del brazo, / en la doblez
del tobillo. // Con las raíces muy negras / y el corazón arrecío del susto / y las
mechas, niña, tengo que darme / las mechas antes del domingo.”
Ana Cibeira inicia su primera parte abriendo el administrador de tareas desde
el teclado. “Ctrl+Alt+Supr…”. Y ahí comienza su disposición: “…mira cara adiante
/ mira cara adiante / mira cara adiante”. El gallego, lengua literaria de la autora,
y el castellano aparecen entreverados en la escritura, dos lenguas intensificadas en
la exploración del bilingüismo (del que Ana Cibeira ha hablado en diversas ocasiones),
una tensión que ofrece el texto como lugar fronterizo donde encontrarse,
o tal vez disputarse. Sea como sea, hay aquí una mirada sobre la lengua como eso
que ya estaba antes de que empezáramos a hablarla pero también como algo que,
como decía Wittgenstein, no tiene una significación dada independientemente de
nosotros, sino que una palabra tiene el significado que alguien le da. Así que estos
parecen los elementos de base en esta autora, tanto la forma en que construimos
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la lengua al darle su signo como la plena consciencia de que sólo alguien que no
tuviera lenguaje carecería del legado de los que le precedieron. Y, se puede añadir,
todo ese peso de la palabra en Ana Cibeira pone su parte fuerte en lo sensible, la
palabra real, concreta hasta el punto de percibirse como algo físico. “Baixar / de
xeonllos mirar cómo as mazás de verdade / apodrecen nela / tamén de esguello
saudar ás formiguiñas e ós saltamontes / e cunha man coller unha presa, / —como
quen di— / e levala / á boca / marrón e seca / porenta / (ganas de tusir) COF COF
/ traga / traga / traga e convírtete no que falas.”
Razones para grita tomo ii y Pero… ¿es verdad que la esperanza a muerto? (título
éste que viene de un epitafio) son las dos partes que firma Davidia Martín Saornil
en su juego de identidades, que no se dirige precisamente a ocultar sino a indagar y
reconocer, en el sentido amplio de la palabra, desde otra mirada, la propia, reconocerse
en la lengua tomándola, tal como pensaron los cartesianos, como esa prueba
fundamental de que el otro tiene una mente como la mía. “Entienda que la lengua
es como usted”. Hay, por otra parte, en Davidia Martín Saornil, y también en las
otras dos autoras, especialmente, lo hemos visto, en Ana Cibeira, un gran despliegue
de significantes (tablas, órdenes del teclado, blancos en la página) que lleva a
pensar en una propuesta de acción del propio lenguaje, que llevado al desgaste, al
límite de su posibilidad metafórica, busca una forma de literalidad tal, que se acerca
más al mero surgir del propio signo que a su significar, a su decir; la acción de
la lengua como propuesta política que aligera el peso de los significados y se hace
directamente mundo. “Esto: *”
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